Vuelo
Munich-Barcelona, jueves por la mañana. La pareja de mi lado, un
matrimonio alemán de mediana edad, vuela de short break a la capital
catalana. Entramos en conversación y el señor me saca su Ipad con
media docena de aplicaciones turísticas, todas customizadas sobre
Barcelona. En el mapa interactivo le señalo mis restaurantes
favoritos y algún museo que no conocía -esto último me parecía
imposible ya que el señor tenía una cantidad de información muy
grande, más que enciclopédica, en su dispositivo-. Le comento que
existen aplicaciones de realidad aumentada sobre el barrio gótico de
Bcn, me promete que nada más aterrizar se las bajará.
A
la semana recibo un email de agradecimiento: “Barcelona es guay”
(“atemberaubend” en original), “gracias por sus indicaciones,
volveremos”. Atención que ahora viene lo mejor “Gracias por
indicarnos las apps de realidad aumentada, han sido nuestros segundos
ojos en Bcn, casi mejores que los nuestros hehehe”. Me quedo
sorprendido, pero detecto la tendencia al alza: en unos años nadie
verá el Barrio Gótico (o la Tour Eiffel, o la Fontana di Trevi)
así, en real, tal como es, o por lo menos lo real no será lo
esencial. La realidad aumentada será ya nuestro modo preferido de
ver la “realidad normal” ofreciéndonos una visión mejorada y
más informada de cuanto veamos o nos rodee. También, claro está,
una visión más desconectada de lo real y tangible que nos rodee.
Tampoco
tiene pérdida la línea de agradecimiento de la señora en el mail:
“mi marido se empapó tanto con información sobre Bcn que al final
era divertido chequear que los atractivos estuvieran allí y fueran
tal como los habíamos imaginado en casa”. Alehop, aquí otra pues:
el visitante ejerce no de descubridor sino de comprobador, hace tan
sólo un “pattern matching” entre lo que sabe y lo que ve, entre
lo que se le dijo o informó y lo que constata a pie de calle.
Interesante visión pues que, junto a la de la realidad aumentada,
hacen que el turismo vaya virtualizándose cada día más.
La
cuestión final es si un día será más “guay” o “atemberaubend”
vivir todo desde el sofá de casa y sin necesidad alguna de
desplazarse.
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