Mi biografía

 ¿QUIEN SOY? ¡Buena pregunta!

Nací en la llanura más risueña de los Països Catalans, -- si se me permite nombrar esta área lingüístico-socio-cultural sin que nadie se rasgue las vestiduras – que es ni más ni menos que la llanura del Empordà. Soy catalán de pura cepa y de generaciones, con lo cual a veces me siento algo desubicado en el mundo actual, tan mestizo y multicultural. Quizás para compensar esto he elegido pareja colombiana. Mi infancia transcurrió en una gran casa de un pequeño pueblo y por las calles y huertos del mismo. Crecí en una gran familia de tres (¡al principio cuatro!) generaciones. Por eso, desde siempre he tenido un respeto enorme hacia mis mayores, la naturaleza y el mundo agrario, las tres cosas merecedoras de mucha más consideración de la que normalmente reciben.

Soy hijo de tierras fronterizas: el Empordà y su llanura gemela del Rosselló son paisajes limítrofes desde que, hace tres siglos y medio, España y Francia decidieron hacer pasar su frontera por aquí (evidentemente, sin preguntarnos a nosotros si la queríamos o no). Y mi mar ha sido la Costa Brava, un destino de los más deseados en Europa y quizás en todo el mundo.  Ambas cosas me marcaron y así mi vida profesional se ha desarrollado entre la exportación y el turismo. He intentado conjugar ambas profesiones, sin renunciar a ninguna de las dos, llevándolas equilibradamente dentro de mí como el Yin y el Yan.. Mayormente he conseguido este equilibrio, sin embargo algunas veces he presentado algún trastorno leve de doble personalidad profesional, tipo Dr.  Jekyll y Mr. Hyde. Y desde que los expertos dicen que serán justamente la exportación y el turismo los que nos saquen del marasmo económico actual, siento una enorme responsabilidad, como un peso sobre mis hombros que a duras penas me deja conciliar el sueño de noche.

Ya tengo una edad respetable, tan respetable que los veinteañeros indefectiblemente me llaman “señor”. Llegué al mundo en una época convulsa: hacía pocos años que habían asesinado a Kennedy, los Beatles campaban por sus anchas, la Iglesia Católica se sacudía el polvo con el Vaticano II y ya se intuía el mayo francés en la lejanía.


TRABAJO, ESTUDIO… ¡y poco ocio!

Me inicié en la exportación ya en mi adolescencia, cuando ayudaba a mi madre en el mercado de Figueres, antes de entrar a clases. Vendíamos coles, lechugas y frijoles de nuestros huertos a los figuerenses y los franceses que compraban en el mercado.  Allí empecé a experimentar con el comercio transfronterizo (los clientes franceses venían justo del otro lado de la frontera) y con la apertura de mercados mucho antes de que Schengen la decretara. También comprendí la importacia de los idiomas y de saberse inculturar, ambas herramientas esenciales en la exportación.

Como muchos coetáneos míos nacidos en la costa o cerca de ella, empecé mi camino en el turismo siendo bien joven, trabajando de mesero en los periodos de vacaciones escolares. Pasaba casi directamente del estrés de mis exámenes finales de secundaria al cansancio de unas jornadas laborales interminables y un solo día de fiesta a la semana. Este cansancio, que no pocos relacionan con la explotación y está a la base de ideas de izquierda, a mí me volvió una persona religiosa: casi sin darme cuenta, descubrí que, si ofrecía mi esfuerzo a Dios, Él lo aceptaba de buena gana. Así que al final de cada servicio buscaba un lugar tranquilo y hacía unos minutos de receso y conversación interior con el Todopoderoso, lo más desestresante para mí desde entonces.

Los veranos de mesero, aparte de hacerme católico, fueron buenas oportunidades para ahorrar y comprar, con gran orgullo por habérmela ganado yo solito, mi primera moto. Fue una Rieju Marathon 74cc, un medio de transporte y una afición que desde entonces he conservado. Mi otro gran hobby es la fotografía, que heredé de mi padre, y que en parte compensa mi nula habilidad para el dibujo. Aunque normalmente uso mi Pentax K-30, de vez en cuando me apetece pasar un carrete por la Contina del ’63 que mi padre me dio hace algunos años y que es uno de los objetos más preciados que poseo.

Tras haber dudado entre ciencias y humanidades durante toda la secundaria, llegada la hora de la universidad decidí escuchar a nuestro gran poeta Espriu e irme hacia el norte (“nord enllà”) a estudiar letras. Regresé después de seis años con una Maestría en Lenguas Modernas y Filosofía de la Universidad de Frankfurt y convencido de que, en aquellos lares, la gente no es tan rica, limpia, culta,  –y mucho menos feliz- como creía Espriu. Sin embargo, el estudio de los idiomas me abrió la mente (y las oportunidades) y el de la filosofía alemana contemporánea me la puso en su lugar: leer en original a Habermas, Adorno o Benjamin (y además entenderlos) ha sido uno de mis más grandes logros intelectuales.

Poseo una dilatada experiencia en el campo de la exportación: durante muchos años he sido ejecutivo de ventas internacional y reivindico la tarea del vendedor que, con su maletín y todo el coraje que puede, va al encuentro del potencial cliente para ofrecerle su producto o servicio. Aquí o al otro lado del mundo, da igual (de hecho no hay tantas diferencias como parece entre las ventas internacionales y las que se hacen en un mercado local como hacía yo en mi adolescencia). Gracias a esta profesión, he podido tratar con personas lejanas y ver lugares o paises que, de otro modo, nunca hubiera visto. A la final, este es mi patrimonio y no el material.

Hace algunos años decidí tomarme un tiempo sabático para estudiar algún tema de administración de empresas, retomando a la vez mi querida área de turismo. Así acabé cursando un Postgrado en Gestión de Hotelería y Restauración en Barcelona. Siguieron a este estudio algunos años de trabajo en la administración de restaurantes… reviviendo todo el asunto de las largas jornadas y los pocos festivos de mi adolescencia. Con el tiempo acabé combinando este trabajo y la exportación pero como consultor e investigador,  lo cual me ha enriquecido mucho… hablo de enriquecimiento personal, claro está, porque quien quiera ser consultor y millonario más vale que atraque un banco.


DE AHORA EN ADELANTE...

A mi edad, muchos coetáneos han pagado ya su casita, se han hecho su vida y sólo piensan en cómo se pensionarán. En contraste con todo esto, yo he roto con todo y me he venido a vivir a Colombia. En este país, que me ha recibido maravillosamente, trabajo de docente universitario, en una nueva experiencia laboral, y sobre todo personal. He venido aquí siguiendo a mi pareja, que es una persona absolutamente maravillosa y no me merezco en absoluto, escapando de la crisis europea y ayudando a esta preciosa tierra a exportar más y atraer a más turistas.

Además, y para distraerme un poco, he empezado mi doctorado. Hago investigación en el ámbito del marketing urbano, enmarcado en un programa doctoral de Turismo y Ocio. Cuando la gente oye la palabra “ocio” me miran con envidia porque piensan que estudio lo que ellos quisieran hacer siempre. Otros me miran con franco desprecio, convencidos de que me paso el día en una hamaca. Ni una cosa ni la otra son ciertas.

Mi  “alma mater” doctoral es la Universitat Rovira i Virgili, de Tarragona, pero, dada mi obsesión con el transfronterizo y la internacionalización, hago la tesis en cotutela con la University of Westminster, de Londres. Doy fe de la complejidad y multidisciplinariedad del turismo, ya que mi vida científica transcurre entre economistas, geógrafos, arquitectos, urbanistas o administradores de empresas, entre otros.  Además, si un día me doctorara, no sé si seré doctor en ciencias o en letras.  Ello, sin embargo, me trae sin cuidado ya que, con el tiempo, espero ser buen turismólogo y mejor persona. 


PERSONAL

Ya he dicho más arriba que me gustan mucho las fotos y la fotografía. También me gustan la cocina y la literatura. Todo esto lo hago tanto por activa como por pasiva: tomo fotos y visito exposiciones de fotógrafos, cocino y me gusta degustar buena cocina, leo y escribo… quiero decir que tengo este blog más para desahogar mis instintos literarios que para hacer crítica social. Como blogueo, se entiende que soy partidario total de la palabra escrita como medio de comunicación en una época en la que todo son imágenes y sonidos (¿ruidos?). Ni que decir tiene, soy un opinador poco leído y, como la inmensa mayoría de los blogueros, escribo para abordar temas que me interesan, fijar ideas (aunque sea en un servidor lejano) o para satisfacción personal y no para ser leído y admirado por las masas.

Me gustan la red y los gadgets electónicos, a los cuales tengo que sumar los relojes y las estilográficas… de hecho soy el orgulloso dueño de un iPad, dos Lotus y una Faber-Castell. Pero ante todo disfruto de los encuentros con amigos, los intercambios personales profundos, los juegos de mesa, la lectura de un buen libro con el que casi se puede dialogar, una tertulia a varias bandas o sentir la brisa fresca con una copita de vino blanco en la mano… bueno, también puede ser rosado a condición de que esté bien fresquito.

Políticamente siempre he basculado entre el centro-liberal y el centro-izquierda, unas pendulaciones que han sido leves y no han significado más que una ínfima y despreciable estadística en un mar de votos de las jornadas electorales. Si mis circunstancias me lo hubieran permitido (es decir, si hubiera vivido sólo en mi pueblo y no en Barcelona, Frankfurt, Jerusalén, Edimburgo, Bruselas, Munich, Girona o Barranquilla, ejerciendo por tanto una mobilidad considerable) me hubiera gustado  estar en la política local. En fin, en otra vida será… En el único tema político que no basculo es en mi apreciación de la situación política actual en Catalunya, mi tierra, y sé muy bien lo que votaría en caso de referendum, pero como el voto es secreto…

Ya he dicho más arriba que soy cristiano. Años atrás dediqué tiempo y energía a esta causa, actualmente me es más difícil por mis circunstancias personales. Pero afortunadamente hay muchos modos de ser un cristiano comprometido… en sus dos mil años de historia, mi Iglesia ha desarrollado multiplicidad de compromisos y formas de pertenencia, en una evolución hacia la flexibilidad y la personalización dignas de la mejor organización empresarial. Con todo, me encanta dialogar con amigos y colegas de otras convicciones ya que, a la final, todos buscamos la verdad a tientas y tenemos tan sólo una única certeza: dentro de cien años, ninguno de nosotros estará aquí.