dilluns, 22 de desembre del 2014

Formando el recurso humano en turismo (2)

En un post anterior escribí sobre el hipercontrol y la sobrecarga evaluativa, ya mencioné que la primera de las consecuencias que tiene -quizás la más grave- es la de impedir que el propio estudiante tome las riendas de su propio recorrido académico, y por ende de su propia vida.

Me detengo sobre otras dos consecuencias, no tan notorias pero ciertamente importantes. La primera de ellas es que el alumno, estando tan ocupado, no está nada motivado para tomar parte en actividades académicas que no formen estrictamente parte de su currículo. Ahí está el bajo número de estudiantes que llegan a nuestro programa con ganas de involucrarse en actividades científicas (en donde podrían jugar un rol vital a la hora de apoyar al profesorado). Ni que decir tiene, cuesta lo suyo motivar a los jóvenes para que entren a los semilleros o para que tomen parte en concursos nacionales de jóvenes científicos. No digo que no haya nadie, pero se esperaría más entusiasmo por estas áreas. Y así quienes investigamos nos quedamos sin nadie que nos haga el trabajo de base, y los jóvenes se quedan sin la oportunidad de aprender el oficio de investigador "de abajo para arriba".

La otra consecuencia es que se constata un bajísimo porcentaje de estudiantes que se dedican a actividades extracurriculares culturales o deportivas. He tenido la curiosidad de asistir a numerosos viernes por la tarde a las presentaciones de nuestros grupos culturales (tuna, danzas, banda de rock, etc.) y debo de subrayar la calidad que muchos de estos grupos ofrecen, aun siendo todos sus componentes "amateurs". Refrenda esto las victorias de algunos de estos grupos nuestros en competencias nacionales. Por cierto, agradezco al grupo de danzas de carnaval la explicación que me dieron a principios de semestre sobre el significado de cada figura que se pone en escena. Muy enriquecedora para mí. Así las cosas, es una lástima que no se puedan beneficiar más estudiantes de todas estas actividades y grupos, que redondean la formación personal y son a mi parecer esenciales. Los alumnos que forman grupos musicales o de danza son unas decenas, los que están involucrados en actividades deportivas no sé cuántos son pero doy una estimación que el conjunto de alumnos que hacen actividades extracurriulares es de unos pocos centenares, a lo sumo, cuando en nuesta Alma Mater hay miles de matriculados. Que estas actividades sean opcionales -obviamente- y que haya situaciones personales diversas, todo ello es claro. Pero repito que es una lástima que haya tan poca participación en estas actividades, vista la calidad de nuestros artistas y deportistas, y visto el gran entusiasmo que ponen quienes las promueven, empezando por los funcionarios de Bienestar Social.

"Me falta tiempo" es una de las excusas que más he oído cuando quiero interesar a mis educandos por alguna de estas actividades, intentando que tomen una formación lo más integral posible. La excusa del tiempo parece sacada de altos ejecutivos que trabajan bajo presión, no de estudiantes que están llamados a aprender duro para su futuro pero a la vez a vivir sus años jóvenes en plenitud.

¿Qué nos falta pues? Devolvamos al estudiante su tiempo, démosle la oportunidad de manejarlo y seduzcámoslo para que entre a formar parte de todas las actividades del Alma Mater. No somos una fábrica de graduados, somos ante todo una fábrica de personas y a esto contribuyen actividades extracurriculares, sean ya culturales, deportivas, científicas o de cualquier orden.