dimarts, 26 de maig del 2015

Turismo en Santander

El finde pasado estuve en Santander, una parte del país que todavía no conocía (nada que ver con Santander, Cantabria). Se trata de una zona con unos encantos únicos; montañas y cañones que le quitan a uno el hipo así como patrimonio histórico bien tangible y presente (de hecho, El Socorro, que es donde estuve, es una de las cunas de la independencia colombiana).

Excitante el aterrizaje en el aeropuerto de Bucaramanga-Palonegro: de mi lado de avión sólo se veía acantilado así que me pegué un buen susto en el momento en que tocamos tierra, creía que habíamos chocado contra algo. Como en no pocas áreas montañosas, el aeropuerto se encuentra en el altiplano mayor de la zona y a buena distancia de la capital. Además, entre Bucaramanga y la zona sur del departamento, donde tenía que dar mis clases, hay que cruzar el Cañón del Chicamocha. Ahí quisiera pararse uno como Antonio Sanint en la película "El paseo" y gritar a todo pulmón un viva a este lindo país.

Me he encontrado con los estudiantes y profesores de Turismo de la UIS Sede Socorro en un taller de lo más interesante. Compartir experiencias abre los ojos y el alma, al ponente y a los asistentes por igual,  y desde luego, en turismo no hay dos destinos iguales, con lo que sólo nos queda intercambiarnos buenas ideas y prácticas para ver hasta qué punto son transferibles o no.

En El Socorro nada distrae a los alumnos del estudio, no hay bares ni discos ni nada, sólo deporte y lectura en medio de una vida sana y una sociedad cohesionada. Ya quisiera uno esto para otras partes del mundo...

Evidentemente, me he comido mi primera porción de hormigas culonas, plato del que están justamente orgullosos los santandereanos (no sé a qué esperan hacer una Gran Feria de la Hormiga Culona en diversos fines de semana y que abarque todo el territorio). Impresionante la cultura que esconden las piedras de El Socorro y la armonía que se desprende de los parques y plazas de Bucaramanga, la capital de la región.

Les deseo lo mejor a mis nuevos amigos de la UIS, con la semillita que tienen entre manos de su programa de Turismo, hace pocos semestres iniciado. Ojalá pueda volver pronto entre esta gente tan firme y berraca. Estaba yo algo tristón en el momento de dirigirme al aeropuesto para coger el avión de regreso, así que me consoló mucho el último cartel que vi en la carretera de entrada al aeropuerto:"Quien pisa tierra santandereana, es santandereano".