dissabte, 3 de maig del 2014

Contra la arquitectura faraónica y por la arquitectura para los faraones

Se preguntaba hace unos días “El País” (28/Abril/14, págs. 28 y 29) si la “gran arquitectura” estaba llegando a su fin. La “gran arquitectura" ha servido desde siempre para simbolizar poder (pirámides de Giza), enaltecer o renovar espacios urbanos (arquitectura icónica actual desde la Torre Eiffel al Guggenheim de Bilbao) o prefigurar estilos constructivos (el legado de Gaudí).

Ni que decir tiene, la gran arquitectura se da en paralelo a la “gran economía”, y por tanto es sólo en tiempos de vacas gordas que podemos edificar a lo grande preocupándonos más del continente que del contenido. Pero justamente estamos en tiempos de vacas flacas, con lo cual la arquitectura icónica está fuertemente cuestionada y en su lugar aparece la arquitectura básica, sostenible, diseñada a la medida humana, con costes humanos y pensando sobre todo en quien deberá habitar o usar el edificio. El reciclaje se impone: se han producido más ruinas en los últimos 25 años que en el resto de la historia. A partir de ahora parece que se reformará más que se inaugurará, y que lo público ganará a lo monumental. La belleza construida se tendrá que buscar con medios más modestos – es decir, con más ingenio y clase que con grandes presupuestos. Y la sostenibilidad gana puntos: hace no mucho, el arquitecto catalán Xavier Vilalta convenció a sus clientes etíopes que era mejor construir un mercado ventilado por celosías que un centro comercial con aire acondicionado en Addis Abeba. Adiós pues, por lo menos de momento, a la arquitectura faraónica.

Lo otro que merece ser comentado es que la arquitectura también trabaja para los faraones. Me explico. En “El País” del 1 de mayo, pág. 37, se informa de la inauguración de la réplica de la tumba de Tutankamón, en el Valle de los Reyes, en el Alto Egipto. La réplica de la tumba (hecha con gran esmero en materiales y técnicas, imitando por ejemplo las rugosidades de las paredes de la tumba original) debe de servir para desviar la avalancha de turistas que ha hecho que la tumba original se haya dañado más en los últimos 100 años que en los anteriores 3000. Tenemos la discusión servida en bandeja de si hay que visitar la tumba “original” (sabiendo que se contribuye a su destrucción) o basta visitar “la copia”. ¿Hasta qué punto podemos dar por buena una copia, por más fidedigna que ésta sea a su original? ¿Qué es “auténtico” en realidad?. Ahí está un funcionario de turismo egipcio argumentando que la tumba original se mantendrá abierta, porque, de otro modo “los japoneses cancelarían sus reservas en masa”. Dice en cambio el director de la empresa madrileña que ha realizado la tumba-facsímil que “hay muchos niveles de autenticidad”. Toma castaña. Que empiece la discusión, pues...

Y una última muestra del high-tech en la egiptología la he visto hoy en el CaixaForum de Girona, en la exposición de la tumba y la momia de Anghhor, un sacerdote egipcio. Excelente exposición que responde a los conceptos de “klein aber fein” y de “less is more”: en lugar de abrumarnos con montones de artefactos diversos, vemos unos pocos objetos expuestos, pero bien seleccionados y bien explicados. La historia de la momia es bien simpática: cuando el Museo de Egiptología de Leiden adquirió una serie de sarcófagos con sus momias a principios del s. XIX, desevolvieron una, que evidentemente se les hizo polvo allí mismo. Escarmentados, los holandeses dejaron las otras momias envueltas en sus linos hasta que, mucho tiempo después, los escáneres permitirían estudiar las momias con técnicas no-invasivas. Impresionan en la exposición los tres sarcófagos y la momia, claro está, pero lo que más impresiona es la radiografía de la momia, reproducida a escala real, y además con todos los amuletos con que se ornó dispuestos en sus emplazamientos primigenios sobre la radiografía.

Me recuerda este tema de la duplicación de obras para su preservación (gracias al high-tech y el multimedia) a esta noticia en la que se informa de la reproducción a de pinturas románicas del Valle de Boí. He aquí otro modo original de crear perdurabilidad y recrear cultura gracias a nuevas tecnologías. Y de azuzar la discusión sobre la autenticidad de la experiencia cultural o turística.

Prodigios de la tecnología todos ellos: la tumba-facsímil de Tutankamón, la recreación multimedia de pinturas románicas, e incluso se pueden considerar como tales los edificios de esta nueva “arquitectura pública” que llega: sostenibles, inteligentes, baratos.... y bonitos, claro está.