Estamos a 15 de agosto, falta mucho para acabar la temporada turística y ya se empiezan a hacer balances... Algo francamente estresante y parecido de las reservas de ultimísima hora contra las que despotricaba en un post anterior. Todo tiene que ser rápido, no hace falta esperar a que acabe la temporada y, en el fragor de la batalla, ya emitimos juicios.
Viene todo esto a cuento de este artículo de EL PAÍS pasando revista a la inconclusa temporada. Ante todo es un artículo algo previsible: el probable récord de llegadas (a España) este año NO alcanzará los anhelados 60 millones, pero el interesante crecimiento que experimenta el sector no tiene como causa nuestras virtudes turísticas sino sobre todo los hechos que desde hace meses convulsionan a nuestros vecinos árabes. Escribo estas líneas justo después de la indignante matanza de más de 500 personas (número de muertos al alza) en Egipto, adonde probablemente no llegue un solo turista en los próximos meses. La primavera árabe no ha sido tan primavera como ingenuamente esperábamos todos por estos lares, pero en cambio ha ahuyentado a todos los turistas hacia la orilla norte del Mediterráneo. O sea, para nosotros es como haber ganado una partida de tenis gracias a los fallos del rival y no a los aciertos propios. Lo cual deja un cierto mal sabor de boca.
Pero más vale que continuemos por la senda de la competitividad turística: el turista es un animal de memoria extraordinariamente corta y los conflictos en los países árabes se acabarán (no digo que "se solucionarán", no soy tan ingenuo) y entonces estos países serán de nuevo nuestra competencia los costa principalmente en el segmento de sol y playa. Y atención porque si el empleo (tanto la creación cuantitativa como la calidad el mismo) son indicadores importantes, son preocupantes artículos como este en el que se alerta de una curiosa paradoja: a pesar del aumento de turistas desciende el número de empleos en el sector.
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