diumenge, 1 de setembre del 2013

Scotland, here we come

Escribo esto desde unos cuantos miles de metros de altitud, en ruta hacia Escocia, con un avión de la ínclita Ryanair. Billete bien económico, viaje totalmente comoditizado y aquí vamos mi pareja y yo a "hacer de turistas". 

En el momento presente, enlatado entre mi pareja y un desconocido, con el mínimo espacio vital, me vienen ganas de escribir sobre el modelo de negocio de la compañía que nos transporta ahora, sobre todo de sus upsellings (reserva de asiento a partir de 10€, embarque prioritario a partir de 5€) o cross-sellings (hemos alquilado el coche con Hertz vía la web de Ryanair MÁS BARATO que sí lo hubiéramos hecho directamente desde la misma web de Hertz). Pero me relajaré y hablaré de nosotros como turistas.

Todo destino tiene unos atributos, que de alguna forma revierte en los que lo visitan, así que uno puede "alardear" de un destino, en el sentido de que se lo "apropiará" y más cuanto más lejos esté el destino en cuestión. Así, en estos días, cuando mi pareja se encontraba con un conocido, tenía lugar una conversación en este estilo: "A propósito, vamos la semana que viene a..." [del tono ligeramente elevado y del suspense de medio segundo, el interlocutor podía ya claramente intuir algo de lejanía, entonces éste se ponía especialmente atento mientras mi pareja saboreaba hasta el infinito el momento alargando hasta no poder más el desvele del lugar en cuestión] ... Escocia!!" Tres horas de avión no son el otro lado del mundo, pero ya son una distancia respetable, así que el interlocutor no caía al suelo pero soltaba algo del estilo  "ah, qué bien..." con un ligero tono de envidia y concediendo a mi pareja una victoria de ciertas dimensiones.

Según mis cálculos, esta escena descrita, que suele ser de una cierta puerilidad por ambas partes, es más intensa cuanto más lejano es el destino. Por lo tanto, quien desde Barcelona se vaya de viaje a Nueva Zelanda o la Patagonia, tensará el silencio mucho más, tanto es así que podríamos establecer casi un factor de conversión tipo cada segundo de suspense es una hora de avión. Poco erraríamos.

Por mi parte, llevo mi magnífica cámara nueva, una réflex Pentax  K-30 que todavía estoy aprendiendo a manejar. Probablemente vea mas Escocia por el visor de mi cámara que sin él. Estoy absolutamente entusiasmado con ella y pienso llenar a tope mis tarjetas de memoria con paisajes de las Highlands o las calles de Edimburgo. La cámara, ya se sabe, es un instrumento básico del equipamiento del turista: equivale al machete del explorador, la brújula del navegante o la pistola del asesino. Hoy, anno domini 2013, no hay turismo sin fotos y sin la compartición (¿ok este neologismo con el que traduzco 'sharing' al castellano?) inmediata de las mismas. San Obturador nos ayude y Santo Roaming complete el trabajo. 

Una ventaja hay en toda esta historia de las fotos que se comparten ya: nos ahorramos las cenas post-vacaciones en septiembre. Unas cenas terroríficas en las cuales  los amigos nos preparaban una comida más bien justita para después mostrarnos centenares de fotos hasta nuestro hastío. En 2013 se puede contestar: "sólo la cena porfa, y esmérate un poco, las fotos ya las vi por internet"... ¿Quién dijo que Facebook y compañía no sirven para nada?

2 comentaris:

José R. Correa ha dit...
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José R. Correa ha dit...

Muy bueno el artículo, describe realmente los detalles previo al viaje. Me ha gustado mucho el comenterio que cada segundo de espera equivale a una hora de vuelo en avión (Buena apreciación).
Saludos, J.R.C.F.